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La joven Francisca Mariner Flores Patrón

25 de diciembre de 2024

El largo camino para encontrar respuestas finalmente concluyó para una familia de Cancún, tras años de lucha constante y un dolor que parecía interminable.

Durante más de cuatro años, el vacío dejado por Francisca Mariner Flores Patrón, desaparecida en junio de 2020, marcó cada día de sus seres queridos, quienes no cesaron en su búsqueda a pesar de los obstáculos.

Francisca, una joven de 17 años, desapareció el 22 de junio de 2020, y aunque su cuerpo fue encontrado un mes después en un área verde de la Supermanzana 105, permaneció sin identificar en el Servicio Médico Forense (Semefo) debido a serias fallas en los procedimientos.

La causa de su deceso, un disparo que le ocasionó un traumatismo craneoencefálico, solo intensificó la exigencia de justicia por parte de su familia, quienes vivieron años de incertidumbre agravados por la falta de respuestas oficiales.

María Dolores Patrón Pat, madre de Francisca, lideró una cruzada que se extendió mucho más allá de la búsqueda de su hija. Enfrentando el dolor más profundo, se convirtió en la voz de quienes también habían perdido a seres queridos.

Su dedicación la llevó a formar el colectivo Madres Buscadoras de Quintana Roo, una agrupación que unió fuerzas para encontrar a los desaparecidos y exigir mejoras en los procesos de identificación y justicia.

El reciente reconocimiento de los restos de Francisca permitió a su familia cerrar una etapa de angustia prolongada. María Dolores expresó, con palabras cargadas de emotividad, que su hija finalmente había regresado al hogar que siempre la esperó.

Este acto simbólico de devolverla a su espacio familiar resuena como un llamado a la acción para garantizar que ninguna otra familia enfrente el mismo calvario.

La negligencia en los procesos forenses evidenciada en este caso ha desatado un debate público sobre la necesidad urgente de revisar y fortalecer los sistemas de identificación en la región.

Para muchas familias, este fallo no solo retrasa el acceso a la verdad, sino que perpetúa el sufrimiento y la sensación de abandono por parte de las autoridades encargadas de protegerlas.

A pesar del tiempo perdido, la memoria de Francisca ahora está en casa, un lugar donde su historia se convierte en un recordatorio del impacto de una lucha incansable por la justicia.

Su caso deja una marca profunda en Cancún, no solo por la pérdida que representa, sino también por el cambio que puede inspirar en las instituciones y en la sociedad para garantizar un trato digno y humano a quienes atraviesan estas tragedias.

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