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Deforestación en la frontera dominico-haitiana

18 de mayo de 2025

Deforestación Silenciosa: La Tragedia del Carbón en la Frontera Domínico-Haitiana

A plena luz del día y con total impunidad, decenas de ciudadanos haitianos cruzan la frontera sur hacia territorio dominicano con un objetivo claro: talar árboles y producir carbón vegetal. Armados con machetes y sacos vacíos, se adentran en las zonas boscosas de comunidades como Pedro Santana, Elías Piña, Restauración y Dajabón.

Allí, instalan hornos caseros con troncos y ramas secas para transformar la madera en carbón. Luego, cargan pesados ​​sacos y regresan a su país, donde comercializan el producto sin ninguna regulación.

Esta práctica, que ha aumentado en los últimos años, representa una grave amenaza ambiental para la República Dominicana. Las zonas afectadas, muchas de las cuales se encuentran dentro de áreas protegidas y parques nacionales, están perdiendo su cobertura forestal a un ritmo alarmante.

Las montañas, que antes eran verdes, ahora lucen desnudas, erosionadas y vulnerables a incendios y deslizamientos de tierra. La desaparición de árboles compromete la retención de agua, agrava la sequía y acelera la sedimentación fluvial, afectando tanto a las comunidades rurales como a los ecosistemas vecinos.

El carbón vegetal es la principal fuente de energía doméstica para los haitianos.

El carbón vegetal se ha convertido en la principal fuente de energía doméstica para millones de haitianos debido al deficiente suministro eléctrico en el país vecino y al alto costo del gas propano. Esta dependencia ha llevado a muchos a recurrir a la República Dominicana, donde aún existen importantes reservas forestales. Sin embargo, en lugar de estar protegidas, estas áreas han quedado vulnerables a la tala indiscriminada y al tráfico ilegal de recursos naturales.

Las organizaciones ambientalistas han advertido que, de persistir esta situación, la frontera sur podría enfrentar una desertificación irreversible en las próximas décadas. A esto se suma la pasividad de las autoridades de ambos países, que parecen ignorar el avance de los daños.

El silencio ante esta realidad no solo deja cicatrices en el territorio, sino que también debilita los esfuerzos de conservación, la soberanía ambiental dominicana y el equilibrio ecológico de toda la isla. Urge un plan binacional que incluya un monitoreo efectivo, reforestación masiva, alternativas energéticas sostenibles para Haití y medidas firmes contra el comercio ilícito de carbón vegetal.

Lo que hoy parece una actividad marginal es en realidad un problema de seguridad ambiental que trasciende fronteras y, de no abordarse con decisión, pondrá en peligro el futuro de generaciones enteras.

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